Sheccid by Carlos Cuauhtémoc Sánchez

Sheccid by Carlos Cuauhtémoc Sánchez

autor:Carlos Cuauhtémoc Sánchez
La lengua: eng
Format: epub
editor: Ediciones Selectas Diamante SA DE CV
publicado: 2016-06-30T20:43:49+00:00


Segunda parte CINCO AÑOS DESPUÉS 1984

56 Han pasado cinco años desde mi accidente

Después de hacer el amor casi siempre me da sueño.

Hoy no es la excepción.

William me abraza y yo me dejo abrazar.

Mi padre cree que estoy en la universidad. No sabe que las clases terminaron hace dos semanas.

Aunque en realidad, mi padre se preocupa poco por mis estudios. Sólo le importaron cuando entré a la escuela Roberts de Houston; temía que no me adaptara al nuevo sistema. Pero yo soy buena alumna, y me adapté rápido. Terminé el bachillerato y hora estoy cursando el tercer cuarto de mi carrera profesional.

Pronto seré licenciada en mercadotecnia.

Recito con los ojos cerrados un poema de Amado Storni:

A lo estéril se vence floreciendo,

a la envidia se vence prosperando,

a la muerte se vence conquistando,

a la Vida cada vez que estás muriendo.

A los sueños se vence despertando,

al orgullo se vence sometiendo,

al desamor se vence descubriendo

que es Amor lo que siempre estás buscando.

Han pasado cinco años desde mi accidente. Cinco años desde ese día funesto en que embriagada me corté el antebrazo y me subí a una motocicleta, sin casco, para conducir a toda velocidad.

Los dos primeros años me la pasé luchando contra una amnesia postraumática pertinaz, haciendo mil ejercicios para redescubrirme…

Ahora todo está claro… Ya no me angustio…

Mi vida se ha vuelto más estable. Soy una persona sana, al menos en apariencia; para lograrlo guardé mi pasado en un cofre blindado y le puse llave. No fue una decisión sencilla. Dejé de leer a José Carlos, y dejé de escribir mi libreta de Creencias, conflictos y sueños. Lo hice cuando supe que él, mi escritor favorito, le había dado vuelta a la página. Cuando supe que mi poeta, mi amigo idealizado, mi amor utópico, se había olvidado de mí.

Me enteré el día en que pude hablar por teléfono con la maestra Jennifer.

A veces los rescoldos de esa llamada todavía me producen ansiedad.

Me incorporo sobre la cama. Jalo la sábana para cubrir mi desnudez y recargo la espalda en la cabecera de madera. Mi vista se pierde en un abismo infinito mientras William se acurruca sobre mis muslos para dormir un rato más.

57 Me corrieron de la docencia

Después del accidente, me tomó casi veinticuatro meses conseguir el nuevo número telefónico de mi escuela (habían cancelado el antiguo).

El prefecto Roberto contestó y me dijo lo obvio: todos los alumnos de mi generación se habían graduado y las cosas seguían igual. En otra llamada, una secretaria me informó que había habido muchos cambios en el personal y que la coordinadora Jennifer ya no trabajaba ahí. Le pedí el número particular de la maestra; se negó a dármelo, pero estuve llamando varias veces hasta que cedió.

Logré contactarme con ella.

—¿Lorenna Deghemteri? —no se alegró de escucharme. Diría incluso que se asustó—. Hola…

—Maestra Jennifer —yo tampoco estaba feliz; tenía muchas cosas amargas que aclarar—, al fin la encuentro.

—¿En qué te puedo servir?

—Supe que ya no trabaja en la escuela. ¿Renunció a dar clases?

—Me corrieron de la docencia.

Su tono era cortante.

—Maestra, le llamo porque necesito entender algunas cosas.



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